Hay numerosas situaciones cotidianas que utilizamos para cosas poco productivas pero que nos reconfortan como jugar en el móvil, leer una vez más la pegatina con las tarifas del bus, ver programas malos de televisión, revisar cada rincón de la misma sala de espera del médico a la que hemos acudido desde pequeños, etc.
Si sumamos todo ese tiempo dedicado al año a cosas que no nos aportarán nada en el futuro nos saldrían varias horas que nunca volverán, y esto, no depende de nadie, solamente de nosotros. Y verdad es que a veces cuesta identificar estos momentos que se van hasta que no estamos en mitad de ellos, pero el truco está en tener preparadas pequeñas tareas y planificar cuál de ellas se va a hacer cuando surja uno de estos intervalos en función de su duración estimada. De este modo es muy probable que los convertiremos en productivos.